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Resumo
El presente artículo se refiere a los desafíos que hoy se le presentan a una clínica institucional tanto en el campo del análisis, como de la intervención. En esta época de pandemia la angustia, el pánico y la incertidumbre se manifiestan en nuestro cotidiano institucional y nos implica a todos en un común. Revisitar hoy las relaciones entre el psicoanálisis y el análisis institucional es también una ocasión para plantear la necesidad de una teoría del inconsciente que se haga cargo del sentido que hoy tiene nuestra práctica psicoterapéutica, individual, grupal y comunitaria.


Palavras-chave
implicación; clínica; instituyente; transversalidad; pandemia.


Autor(es)
Osvaldo Saidon Saidon
es médico, psicoanalista, analista institucional y docente universitario. Ha desarrollado trabajos de Análisis Institucional en Brasil, Uruguay, Bolivia, Nicaragua y Argentina. Ha publicado diversos libros sobre Grupos e Instituciones y colaborado en diversas publicaciones sobre el tema. En la actualidad reside en Argentina, ciudad de Buenos Aires.


Notas

1. B. Kononovich; O. Saidon, La escena institucional, 1991.

2. Gregorio Baremblitt prefiere hablar de movimiento instituyente más que institucionalista para desmarcarse más claramente de las propuestas adaptacionistas del analisis organizacional, en Saúde e loucura 8, 2004, coordinada por Antonio Lancetti.

3. G. Baremblitt (coord.), O inconsciente institucional. En este texto se recopilan ponencias y discusiones que se presentaron en el primer encuentro internacional de Análisis Institucional que realizamos en Ibrapsi en Rio de Janeiro. Participaron entre otros dos de los fundadores del Análisis Institucional francés Rene Lourau y Gerard Mendel junto a Armando Bauleo, Tato Pavlovsky y Heliana Conde.

4. M. R. Silva Jr.; I. F. S. Mercadante (orgs.),Travessia do silêncio, testemunho e reparação.

5. Achille Mbembe, el filósofo camarones, ha desarrollado el concepto de necropolítica. En una entrevista más reciente plantea el surgimiento en Africa de un movimiento de descolonización donde se está viviendo un ciclo de luchas que él llama de políticas de la visceralidad in Poder brutal, resistência visceral. En 10 cordeis, publicado en 2019, coordinado por Peter Pelbart.

6. R. Lourau, Libertad de movimientos.

7. R. Loureau, op. cit., p. 74.

8. J. Lacan, Le seminaire, libre viii, p. 229.



Referências bibliográficas

Baremblitt G. (org.) (1984). O inconsciente institucional. Petrópolis: Vozes.

Kononovich B.; Saidon O. (orgs.) (1991). La escena institucional. Buenos Aires: Lugar Editorial.

Lacan J. (1991). Le seminaire, libre viii, cap. xxiii. Paris: Seuil.

Lancetti A. (org.) (2004). Saúde e loucura 8. São Paulo: Hucitec.

Loureau R. (2001). Libertad de movimientos. Buenos Aires: Eudeba.

Mbembe A. (2019). Poder brutal, resistência visceral. São Paulo: n-1. Série Pandemia.

Silva Jr. M. R.; Mercadante; I. F. S. (2015). Travessia do silêncio, testemunho e reparação. São Paulo: Instituto Projetos Terapêuticos.

Institutional analysis, extended clinic and involvement





Abstract
This article presents the challenges that we are facing today in clinical work from an institutional perspective, both in the area of analysis and in the area of intervention. In our current times, when pandemia has stricken our societies very hard, anguish, panic attacks and uncertainty affect us all because they are a part of our institutions. Revisiting the relationships between psychoanalysis and institutional analysis is today a need and it can provide us an opportunity to expand on our theory of the unconscious in such a way that our professional practice with groups, organizations, the community and individuals is strengthened.


Keywords
implication; instituting clinical work; transversality; pandemia.

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 TEXTO

Análisis institucional, clínica ampliada e implicación

Institutional analysis, extended clinic and involvement
Osvaldo Saidon Saidon

Hace poco más de treinta años, realizábamos unos talleres que fueron descriptos en un libro con el título de la "Escena institucional, sufrimiento y goce en las instituciones"[1].

Allí tratábamos de comprender el porqué de nuestra adhesión, permanencia y salida de las instituciones.

Seguimos detrás de ese misterio.

Hoy más que nunca, no se trata tanto de cómo hay que vivir, analizar o intervenir sobre las instituciones, sino de cómo habitar este común que ha creado en todo el planeta la aparición de la pandemia, que nos implica a todos en un insólito devenir.

Devenir lleno de ideas, de recorridos y de detenciones. De cambios y restauraciones.

De evocaciones y de desconciertos para el pensamiento, para nuestros hábitos y nuestros instituídos.

El misterio nos implica en un común, y la pregunta que hoy se le plantea a nuestra corriente de análisis institucional, podríamos sintetizarla así: ¿Cómo vivimos?

Lo intempestivo ha arribado a nuestras vidas, a las de cada grupo, a cada institución. Una sobreimplicación hoy se nos impone arrolladoramente.

Ha caído el sentido de toda predicación, de toda consideración sobre el presente o el futuro en cuanto éste no nos comprometa y nos incluya.

Las explicaciones, los análisis y las acciones viven al ritmo que les imponen una retórica de disposiciones estatales más o menos contradictorias, al tiempo que aparecen esperanzas mesiánicas junto al intento de construir organizaciones y núcleos de acción, perimidos unos, novedosos los otros.

En este paisaje plagado de grupúsculos, la hiperconectividad, producto de la tecnología, condiciona nuestra existencia de un modo que todavía estamos en proceso de aclararnos, tanto en los grupos, en las terapias, como en las actividades docentes o en las reuniones virtuales de las que participamos o nos ausentamos. La política, nuestra relación con el poder, con el control y el disciplinamiento, con la violencia y la desigualdad social, se ven interrogadas en cada acción que emprendemos.

Algunos desde el campo del aprendizaje o de la salud mental, desde el análisis de los grupos y las instituciones, nos interrogamos sobre todo esto pero sabemos que no se trata como decíamos de ver cómo hay que vivir, sino de cómo vivimos hoy.

Ante cada análisis del malestar de un paciente, está en juego como nunca antes, en esta implicación común, nuestro propio malestar y nuestra angustia.

La brutalización con que se responde en gran parte del planeta a la desigualdad creciente y acelerada que esta pandemia pone al descubierto nos desconcierta aún más, cuando vemos emerger masas que adhieren al negacionismo y a posiciones neofascistas que la encarnan líderes de países potencias y o de regiones subdesarrolladas.

La comunicación, las redes, están plagadas de pequeños líderes que contribuyen con sus mensajes y con sus seguidores al armado de un espacio despolitizado, indiferente y violento, para restaurar un mundo que no deja de remitirnos a los regímenes más guerreristas y nazistas del siglo pasado.

En este contexto, se le presentan a los análisis, a nuestras intervenciones, desafíos absolutamente novedosos que nos llevan a juntarnos para ver cómo no caer en la inercia y la apatía, a la que llevaría una restauración consumista que siga destruyendo el planeta e incrementando la desigualdad.

No somos tan ingenuos para pensar que el análisis institucional pueda revertir este proceso. Pero poner el pensamiento y las prácticas instituyentes a promover analizadores que propicien lazos sociales, donde podamos afirmar que el futuro ya llegó en este presente que habitamos, es nuestra tarea.

El miedo y la esperanza se mezclan de manera desigual ante cada acción que nos proponemos. Acechan el presente de nuestro cotidiano, en un contexto social de algo que podríamos llamar de una catástrofe sin esperanza de cambio.

Un trabajo en esta perspectiva consiste, más que en propiciar una esperanza, en ir creando un horizonte de rescate, rescate de un sentido revolucionario para nuestras vidas, nuestros pensares.

Deberá ser motivo de nuestras intervenciones explorar, asistir e inventar territorios existenciales que nos ayuden a inaugurar el sentido de esta época.

 

Psicoanálisis, análisis institucional
y prácticas transdisciplinares

El interés creciente, que en las últimas décadas se ha desarrollado en las disciplinas psicosociales, por lo que se ha llamado de transdisciplina, lo hemos visto realizado en la práctica en los trabajos del análisis institucional y la crítica a los especialismos de distinto signo.

Un paradigma estético, de una manera especial, los recorrió desde el primer momento, buscando en las experiencias artísticas, en la crítica y en la clínica, el modo de nutrir su campo de análisis e intervención.

El hip hop en los programas de reforma psiquiátrica italianos, con Leonardo Montecchi, la umbanda y el candomblé, en las experiencias de Lapassade, la danza y el tango, en las cátedras de la universidad parisina de Remi Hess y las diversas actividades culturales que animaban Antonio Lancetti en su lucha antimanicomial.

Entre nosotros, el teatro del oprimido de Augusto Boal y el trabajo de la escena institucional y la multiplicación dramática, aplicado en la clínica ampliada. Todos estos desarrollos no han dejado de lado las diversas articulaciones de corte freudo marxista, como así también los trabajos de producción de una clínica de lo contemporáneo, inspirada en pensadores como Castoriadis, Lourau, Guattari y Deleuze, que siempre de algún modo estuvieron usando, discutiendo y creando teoría en el campo del Inconsciente y de la práctica psicoanalítica.

Hoy los practicantes de diferentes terapias incluyen conceptos como devenir, analizador, encuentro, transversalidad, procesos de inmanencia, para pensar las dimensiones de un inconsciente más inventivo y menos representativo.

El análisis institucional en sus prácticas tuvo y tiene su desarrollo ligado a cuestiones que hemos trabajado en diferentes contextos.

En Latinoamérica particularmente, sus intervenciones requirieron un estudio de los analizadores que se expresan en las diferentes situaciones grupales: grupos de psicoterapia o de formación, prácticas laborales, asambleas de cooperativas y o de comunidades alternativas. Aquí, la concepción operativa de grupos estuvo en permanente debate y en colaboración y discusión con las cuestiones ligadas a la coordinación de grupos y los procesos de autogestión que la transversalidad institucional pone en juego.

No quiero dejar de mencionar la presencia en nuestros países de lo que podemos llamar de un análisis institucional en caliente, donde la movilización de las masas y la presencia de las multitudes tuvo un papel fundamental en la producción de analizadores espontáneos.

Me refiero a las asambleas que desembocaron en la caída del presidente en el 2001 en la Argentina y a la caída de Collor en Brasil. No nos detendremos en estas consideraciones que ya han sido trabajadas en una buena cantidad de textos sobre la producción de subjetividad que estuvieron allí en juego. Estos acontecimientos, junto a los trabajos con organizaciones de derechos humanos, han producido lo que hoy podemos caracterizar como movimiento instituyente latinoamericano[2].

Las relaciones entre psicoanálisis y análisis institucional han dado lugar a expandir y repensar la relación con lo que podríamos llamar de un inconsciente institucional[3].

Un inconsciente que se lance más allá de las tendencias edipizantes y familiaristas al que lo limitaron la institucionalidad psicoanalítica. El análisis institucional, al expandir el sentido de lo inconsciente, posibilitó trabajar con una teoría, que ligada a un paradigma estético se articula con algunos conceptos del psicoanálisis, como una ocasión para la formulación de un inconsciente inventivo y productor de sentidos.

Estos desarrollos nos permiten hoy hablar de una clínica de las instituciones. Vayamos entonces a tratar de ver cómo la práctica con grupos pequeños o asamblearios ha abierto una perspectiva de análisis e intervención institucional. Por otra parte, la crítica radical a las especializaciones, las jerarquías institucionales y la promoción de la autogestión que el análisis institucional ha aportado ha permitido hoy hablar de una clínica ampliada. Clínica que hace de la psicología social una práctica de combate a los adaptacionismos y los estereotipos a que la condenaban las academias, y los analistas organizacionales.

Por otra parte, psicoanalistas, pedagogos, trabajadores sociales y gestores culturales encontramos a fines de los años 1970 un tipo de devenir minoritario en el análisis institucional, que posibilitó un compromiso, un reavivar el sentido de nuestro trabajo. En nuestro caso en particular, la formulación de una clínica institucional se nos hizo posible al mismo tiempo que nos llevaba a una situación de borde, de marginación en relación a las asociaciones psicoanalíticas, a las instituciones y centros de investigación sociológicos y de análisis político, a las instituciones académicas tradicionales y a las escuelas de distinto signo.

Nuestra estrategia desde el comienzo a sabiendas o no implicaba un tipo de oferta que proponía una mezcla de análisis, infiltración en las instituciones y provocación en la promoción de los analizadores.

Esos tiempos fueron transcurriendo y las instituciones incorporaron y capturaron muchas de nuestras propuestas. Hoy las facultades públicas, y remarquemos lo de públicas, tienen, casi todas, cátedras donde los pensadores que sustentan nuestras propuestas ocupan un lugar cada vez más presente.

Basaglia, Castel, Guattari, Deleuze, Foucault, entre otros, son cada vez más mencionados en los curriculum académicos o en las tesis que las universidades públicas segregan en sus análisis sobre la institución escolar y el hospital psiquiátrico, por citar dos de las instituciones donde más se desarrolla lo que aquí llamamos de análisis institucional.

 

Clínica ampliada, clínica política

Desde hace bastantes años son las instituciones de derechos humanos las que han demandado e incorporado para su tarea de asistencia y de reflexión sobre su propio funcionamiento una visión de clínica política y o clínica ampliada, que tiene sus fundamentos en los trabajos de la corriente del análisis institucional.

En Latinoamérica y en Argentina en particular las instituciones que se han formado en la procura de la memoria, la verdad y la justicia, llevan una trayectoria que nos coloca de golpe sin intermediaciones ni postergaciones, en cuestiones ligadas a la violencia extrema, la muerte, el terrorismo de estado y el modo en que se las tramita en el interior de esas organizaciones en el día a día de su lucha, de sus gestiones, de su relación con el estado, el poder, y el dinero. La labor del equipo de analistas que va a enfrentar un análisis de la misma se enfrenta a una tarea por la cual, en el propio proceso de intervención, se ven llevados a salir del lugar de especialistas y de expertos y autogestivamente ir construyendo un tipo de implicación que se viene denominando de una clínica política. Un ejemplo de esto es la clínica de testimonio junto a grupos como el "Tortura nunca mais" en Brasil y "Memoria, Verdad y Justicia" en Argentina[4].

Asimismo la clínica individual, grupal y o institucional se ha tenido que enfrentar al problema de la transmisión.

Ya desde el comienzo de nuestras prácticas, vimos que la clínica es un acontecer, una tarea de experimentación y sostenimiento, que en su singularidad se vuelve un espacio donde las contradicciones y los procesos caóticos e imprevisibles que la caracterizan no se dan del todo bien con los instituídos academisistas.

La crisis que esta pandemia ha traído a la vida académica, a la escolaridad, y la virtualidad a la que se ve arrojada en la mayoría de sus prácticas están fundando la necesidad de una clínica institucional de los procesos de aprendizaje. El grupo operativo, la clase, la asamblea son dispositivos que precisan hoy ser revisados a la luz de esta emergencia sanitaria que se ha desatado sobre el planeta.

Desde hace tiempo, ante el desastre que viene conduciendo el neoliberalismo triunfante en el capitalismo actual, en nuestra práctica clínico-institucional venimos levantando diversos cuestionamientos a nuestro modo de pensar el psicoanálisis y los grupos.

¿Cuál es el lugar donde puede florecer un pensamiento alternativo a los saberes dominantes? Un modo de experimentación ante las intervenciones que no deba justificarse en postulados científicos o metodológicos, que han demostrado su vocación de repetición y restauradores de arcaísmos. Una práctica del paradigma estético y creativo.

Desde los orígenes, el análisis institucional se desarrolló en grupos autónomos que se crean en procesos autogestivos, fuera de los instituídos que los precedían. Un mínimo de institucionalidad y una tolerancia a lo efímero y a lo provisorio han intentado orientar su trayectoria.

Muchas de estas ideas fueron tomadas por los movimientos alternativos y hoy conducen y dan lugar a prácticas políticas cuestionadoras del poder.

Una resistencia visceral como propone Achille Mbembe es la forma que viene tomando en la actualidad la implicación como una invención política[5].

En uno de los manifiestos de otros grupos alternativos que actúan en Europa y Sudamérica se leía esta frase "Charlamos, nos besamos, preparamos una película, una fiesta, una revuelta, encontramos un amigo, compartimos una comida, una cama, nos amamos, en otras palabras: construimos el Partido".

En el campo clínico, una psicopatología basada en categorizaciones y estructuras estaba agotada para dar cuenta de una política de salud mental que era impulsada por la reforma psiquiátrica y la lucha antimanicomial.

Ansiedades en tiempos de pandemia; el juego entre Eros y Thánatos y clínica implicada

En esta pandemia, en los hospitales, hemos visto cómo el grupo objeto, el grupo sometido, un tipo de grupo que degrada sus instrumentos, no permitió enfrentar algo de lo que llamábamos en otras épocas de un síndrome de violencia institucional, que lleva a los equipos a una encerrona trágica.

Aparecen situaciones donde se pierde la imaginación creativa y se instala la apatía y la resignación en el cotidiano laboral. La capacidad de prevención y de pensamiento muchas veces se ven afectadas especialmente en el campo del trabajo.

Algunos han caracterizado este síndrome comparándolo con lo que Freud mencionaba como neurosis actuales. Neurosis tóxicas que requieren medidas higiénicas y dispositivos políticos y estratégicos, para ser enfrentadas. Estrategias que propicien un lazo social, que habiliten una comunidad del pensamiento. Una demanda de este tipo está apareciendo en el personal sanitario, en los residentes médicos, en los enfermeros, kinesiólogos y en los trabajadores sociales.

Intentaré aclarar algo de esto y de las ansiedades que se movilizan en estos tiempos en nuestros grupos de análisis, reproduciendo algunos párrafos de un diario de bitácora que escribí durante los comienzos de la cuarentena a que nos llevo la expansión de la pandemia a mediados de marzo de este año.

 

Osvaldo Saidon. 21 de marzo 2020

La pandemia del coronavirus a través de los que se ocupan de su relato todo el tiempo nos comunica cuestiones dominadas de algún modo u otro por la pulsión de muerte. Me gustaría juntarme, pensar con los amigos los grupos de terapia, cómo producir en nuestras existencias ese desvío que Freud y su teoría sobre thánatos le pedía a la vida que realizara.

La terapia tendería a facilitar que la pulsión erótica se desviara de la pulsión de muerte que avanza irremediablemente. El pensamiento moderno y el psicoanálisis hegemónico consagraron la idea del humano como la del ser para la muerte.

En estos pocos días transcurridos de Cuarentena, no tenemos condiciones de hacer diagnósticos precisos sobre las ansiedades predominantes que se apoderan de las familias, de los grupos, de las parejas o de los individuos que, en soledad, realizan lo que dió en llamar el aislamiento social obligatorio.

Las comunicaciones en redes y la telecomunicación en general proporcionan otro tipo de conexión que, aunque ya estaba presente, ahora se instala como vicariante (se dice de lo que remplaza o sustituye a otra cosa) del vacío que produce la falta de contacto corporal.

Eros, la pulsión de vida está sostenida en ese contacto entre los cuerpos, que hoy el cuidado del contagio de la pandemia nos priva.

Respondo con estas preguntas a una amiga periodista que me requiere en el lugar de especialista:

¿Qué pregunta se le presenta hoy a una clínica social, a una clínica política?

¿Como podemos propiciar el entendimiento de que hoy cuidar del contagio es una actividad del Eros al servicio de la conservación de la vida, al tiempo que se limita la expansión, que la propia pulsión de vida en su potencia solicita?

Es el vigor que debemos activar para evitar y o postergar el mal encuentro, el entristecimiento, la descomposición de los cuerpos que transporta el virus.

Si me piden hoy, ahora, que defina: cual es la ansiedad predominante en estos días de comienzo de la cuarentena, diría que es la ansiedad confusional. Obviamente no estan ausentes ni las ansiedades depresivas, ni las persecutorias. La pérdida de una forma de vida por la anulación de los encuentros afectivos, amorosos, sexuales tal como los vivíamos hace unas semanas entristece a los cuerpos. El miedo y el terror a la enfermedad o a la muerte propia y de los seres queridos, como así también la amenaza de las conflictivas sociales por venir son un fondo paranoico cada vez más presente.

De lo que se trata para los psicoterapeutas y los agentes de salud mental en particular, es cómo pueden ayudar a pensar estas cuestiones y aliviar con su accionar y con su escucha, con su palabra el padecimiento que esta pandemia provoca. Esta ansiedad, esta incertidumbre pone en funcionamiento, lo que llamamos, de forma apresurada tal vez, ansiedad confusional, o, dicho con cierto lenguaje psicoanalítico, lo que llamaríamos de los mecanismos de defensa psicológicos. Ante estas ansiedades que nos incluyen y nos pertenecen a todos, la creación de dispositivos para poder soportarlas es la estrategia que podemos poner a pensar en primer lugar.

Sostener, contener, inventar, imaginar, son todos verbos que nos desafían a ejercer un pensamiento clínico y a establecer tácticas que no conocíamos. La desorientación llegó a todas y todos y ante ese caos, la ciencia parece haber perdido su reinado absoluto, para poder enfrentarla.

Ante la transmutación de valores que esta pandemia impone: ¿que nos puede aportar el pensamiento sobre el inconsciente, para la compresión de la producción social de subjetividad en esta actualidad planetaria?

En el trabajo clínico, grupal y o institucional comprobamos que el principal desafío para el pensamiento es avanzar en un devenir que nos incluye. Hay en este momento una sobreimplicación generalizada, el médico y el enfermero que nos cuida del avance de la enfermedad es el más expuesto a la propia infección. La merendera, la maestra que cuida que los chicos se sigan alimentando para que su inmunidad se refuerce son las más amenazadas por el contagio.

Quienes trabajamos en salud mental somos presa de las mismas ansiedades que pretendemos diagnosticar y tratar. Carecemos la gran mayoría de diagnóstico, y lo que resulta más triste, más ­terrorífico, es la incertidumbre del pronóstico, tanto en relación a si nos enfermamos como al modo en que sobrevivamos en el futuro próximo.

¿Cómo actuar, cómo ayudarnos? Para enfrentar esta situación es necesario entender que hoy cualquier incremento narcisista que nos remita a pensar sólo en nosotros mismos es un narcisismo sangrante. Es contra el encierro narcisista e individualista que podemos hacer valer la palabra.

Un común se está creando en las más diversas situaciones, una micropolítica recorre todos los audios, los mensajes, las escuchas y las angustias que estos confinamientos desatan. ¿Qué hacer, hay un tratamiento?

Los comunicadores y los psicoanalistas, y los trabajadores de salud mental, pueden desarrollar o intentar dispositivos que eviten los malos encuentros, la descomposición de los cuerpos. Potenciar en estos encierros la multiplicidad en cada uno de nosotros y en nuestros vínculos. Apelar a nuestras vidas artistas, creativistas, laboriosas, oníricas, caracterológicas, del modo en que podamos hacerlas. Aceptar nuestras incorrecciones, nuestra vulnerabilidad y dar lugar a las fantasías, al relato de las mismas y o a secretearlas. En fin, una ética facultativa del cuidado como garante de la pulsión de vida y no sólo como escape de la muerte.

Cuando escribo estas líneas, ya han transcurrido más de 6 meses de los inicios de la cuarentena. Nuestra labor se realiza casi exclusivamente de manera virtual. En este panorama, las cuestiones ligadas a la demanda original de los editores de esta publicación toman un nuevo sentido. Me solicitaban un artículo sobre las relaciones entre psicoanálisis y análisis institucional.

El concepto de implicación se fue desarrollando también a través de una reflexión crítica a las ideas sobre transferencia y contratransferencia. Más allá de las sesiones, la comunicación y la información hoy como nunca antes son productoras de sentido y trabajan sobreactivando sentimientos contradictorios de amor y odio, que se reflejan en las instituciones, desde la familia hasta las organizaciones político administrativas.

El trabajo en campo, nuestra etnografía, a veces es reemplazado por lecturas, intercambio de artículos, de films, de lives, que se realizan como resistencia cultural. Crece una militancia de la conversación, de la denuncia, de lo deseado y de la transgresión en plataformas virtuales.

La educación y la salud, campos privilegiados del análisis institucional, son de las principales preocupaciones hoy en la midia.

En este contexto, evoqué el último texto de René Lourau que trae un capítulo sobre las relaciones entre contratransferencia e implicación, en polémica con las ideas de Lacan sobre la cuestión. El título del libro fue acertadamente traducido al castellano como Libertad de Movimientos por Gregorio Kaminsky[6]. Su título casi parece irónico para la época que enfrentamos y Lourau dedica un capítulo a las relaciones del análisis institucional con el psicoanálisis, dejándonos en ésta, su última obra, una serie de posibilidades de pesquisa de los aportes que la teoría de la implicación y especialmente el analizador dinero podrían aportar a la práctica del psicoanálisis. No me detendré en la filigrana de este debate sobre el concepto de la contratransferencia que tanto Lacan como Lourau cuestionaron. No interesa en este momento sumarse al barroquismo redundante que uno de los ismos más instituídos en el psicoanálisis actual, como es el lacanismo, insiste en su práctica. Lourau se cuida también de no caer en esto, y su interés se centra en reconocer que cuando Lacan critica el concepto de contratransferencia y lo lleva a pensarlo como el campo teórico institucional donde el analista compromete su práctica, se podría decir que está hablando de implicación. De todos modos nos aclara que su actualidad está justamente en mostrar cómo una idea de la transferencia y de la implicación del analista en el proceso de la cura es de alguna modo reconocida en sus seminarios. Al mismo tiempo que la implicación del analista parece reconocida por Lacan, éste deja de lado el análisis de la dimensión institucional, y no deja ver la llave para abrir el campo.

En este texto Lourau reafirma que la implicación del observador respecto de lo que observa es fundante en el trabajo de investigación, de formación y de clínica institucional y no hay setting ni libre asociación que resuelva esta cuestión, si no se ponen en juego los analizadores artificiales y espontáneos en el mismo.

Dice Lourau: "Retengamos de estas breves evocaciones una idea importante para la comprensión del proyecto y paradigma que inauguró el análisis institucional. Nace al comienzo de un proceso, hoy todavía activo, de crítica de lo instituído (en materia de formas políticas de acción). Y esta crítica es una autocrítica que lleva en germen la noción de implicación respecto de lo que observa"[7]. De todos modos es bueno advertir que hay una coincidencia entre la implicación psicoanalítica y la institucionalista de ambos autores en relación al lugar del terapeuta, o del coordinador de grupos, negándose ambos a fundar una contratransferencia sobre la idea de culpabilidad. Hemos visto como tanto la idea de contratransferencia, como la de autogestión, pueden terminar moralizando el método al punto de actuar tratando de salvar una deuda social o afectiva, en lugar de ponerla al servicio de la producción deseante.

Más adelante, observa que Lacan, sin detenerse a examinar las consecuencias institucionales de las tesis Freudiana y Ferencziana de la comunicación de inconsciente a inconsciente, tampoco impulsa el análisis de la implicación libidinal hacia el análisis de la implicación institucional e ideológica.

Esto puede ser consecuencia de que el poder médico hegemónico sigue funcionando y alimentando la transferencia. Lacan, en el seminario[8], al preguntarse sobre la posición de ser amado del analista, reflexiona: "estos efectos tan singularmente espantosos de la transferencia ¿no tienen alguna relación con laimagen médica o medicalizada del analista?" Lourau, no sin ironía, nos aclara entonces que Lacan, incluso después de la ruptura, siempre trató con delicadeza y con guantes blancos a la institución médica.

Por último, alguna reflexión sobre cómo trabajamos la comunicación y la expresión en lo que podríamos llamar la sesión del análisis institucional.

Venimos percibiendo que en muchas ocasiones ponemos el énfasis en las cuestiones más ligadas a la conversación y al juego en la interacción grupal, más que a los procesos de mutualidad que se instituyen en el campo de análisis.

Este concepto de lo mutuo, de la contratransferencia, asociado a grandes y soberbias ideas que en principios de siglo pasado formuló Ferenczi, ha quedado en ocasiones excesivamente ligado a la necesidad de instalar el psicoanálisis como una eficiente práctica para aliviar el dolor psíquico.

La conversación es un intento no sólo de instalar un estilo en la sesión, sino un modo de conseguir en estos tiempos?- en medio de los inusitados cambios en las cuestiones que hacen a la comunicación y la información?- de ir proponiendo un concepto, un formato para pensar el intercambio, el entre, y volverlo a poner de pie ante el brutalismo que se viene instalando desde las pantallas de todo formato.

La voz, la música, la escucha, el ritmo, tanto o más que la imagen y el palabrerío del whatsapp, son los instrumentos que nos autorizan a tratar de poner en el centro de la escena a la conversación.

El emergente no debería ser simplemente un enunciado, un palabrerío, sino una afectación, la aparición de un bloque de memoria, un entre que tenga a ver con una alteración temporal pasada por el cuerpo. La interpretación debería intentar ser más coreográfica que libresca. Relanzar procesos instituyentes paralelos o diversos ante los instituídos dominantes. El misterio de construir un plano de consistencia implicado en nuestra labor sería el sentido de relanzar el análisis institucional hoy.

Por último digamos que revisitar hoy el concepto de implicación en nuestra práctica está alentado por un postulado de coherencia que hoy nos requiere más que nunca. El problema en la producción social de subjetividad no es tanto el caos que esta crisis planetaria con la pandemia puso al descubierto, sino más bien el pánico al caos.

Es en el cotidiano de nuestra labor en las instituciones de salud, educación y de gestión política, donde el movimiento instituyente vuelve a preguntarnos cómo vivimos y creamos lazo social. La micropolítica y la geopolítica se encuentran en este punto.


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